Diálogo Generacional
Los problemas sociales en la era Multitasking
Hasta hace poco tiempo las sociedades y relaciones se regían por el respeto a la autoridad, ya se tratara de un profesor, una personalidad pública, un miembro de la fuerza policial o los propios padres. El mundo funcionaba en gran parte gracias a un generalizado sentido de obediencia donde pocas cosas se cuestionaban y donde últimamente imperaba el status quo. Eso hasta que un buen sector de la juventud actual retoma la bandera de lucha, sale a las calles o, al menos, opina y dice que no está de acuerdo con algo. Este es nuestro tercer y último artículo sobre la generación Multitask (multi-tarea) y analizaremos cómo, con este sentido crítico, los jóvenes son capaces de evaluar y plantear mejoras en temas de relevancia nacional como educación, medio ambiente, empresariado y sociedad.
La forma tradicional de relacionarse cambió y hace no tanto, si consideramos las últimas tres generaciones. Seguramente todos estarán de acuerdo con que la mayoría de las personas que actualmente bordean los 60 años trataron de “usted” a sus padres toda la vida. Así también, los profesores de antes gozaban de más autoridad. En todo orden de cosas, instituciones y roles cuya posición era intocable, hoy son interpelados constantemente. ¿Qué pasó?, ¿cómo es que el movimiento estudiantil ganó suficiente fuerza como para complicar al gobierno y provocar la salida de dos ministros?, ¿cómo es que agrupaciones ecologistas presentan acciones legales con el objetivo de paralizar proyectos como Hidroaysén y Río Cuervo? Se trata de fenómenos que encuentran más eco, en gran parte, debido a la composición de nuestros jóvenes actuales: una generación con más fe en su voz, re encantada con su poder de apelación y de diálogo. A muchos los mueve un espíritu justiciero y, como mencionamos, no creen en el sistema de jerarquías que durante siglos fue la base más importante de la historia universal. De acuerdo con nuestra investigación, esta diferencia es percibida tanto por los adultos como por los adolescentes que entrevistamos. Carlos Olivos (Gerente de Logística de Hertz) explica que hay un tema de autoridad que opera de manera distinta. “En mi época había una línea de mando, donde estaba el papá, el profesor, o cualquier autoridad y uno era obediente y poco discutidor. Hoy día esa línea se quebró y jóvenes y adultos están en un plano de bastante igualdad”. Según el ejecutivo, eso se da porque en el mundo ahora hay más apertura y autenticidad. Desde el otro bando etario, Camila Nuñez (alumna del Saint George) también reconoce este avance en la validación de la juventud. “En comparación con la generación anterior, ahora todos –sin importar la edad- se tratan de igual a igual. Veo que los papás casi no tienen influencia”. Y rescata el activismo de los Multitasking cuando dice que “los jóvenes deben formarse sus propias opiniones y su visión del mundo. Hay que crecer en el mundo en que uno está y esmerarse en cambiarlo si no le gusta”.
Educación 2.0
Sin duda el conocido movimiento por la educación es la iniciativa organizada que más discusión ha encendido en nuestro país en el último año. La revolución de los “pingüinos” que durante el gobierno de Bachelet causara un poco de ruido, se fortaleció, reclutó a universitarios, académicos y funcionarios y, con líderes a la cabeza, ha provocado nada menos que marchas y manifestaciones multitudinarias, el apoyo de la sociedad, el despacho de una reforma tributaria para financiar la educación y –una de las cosas más importantes- reposicionar después de años la desigualdad educacional en la mente y conversaciones de todos los chilenos. Tiene mérito. Los estudiantes de hoy son activos, organizados e inconformistas. Van sacudiéndose esa apatía característica con que se caricaturizó siempre a los jóvenes.
Javiera Barrientos (alumna del Saint George) comparte esta visión y explica “me gusta mucho que no tengan miedo a mostrar su voz, dicen lo que piensan y ya no son mirados en menos por el hecho de ser jóvenes”. Estos factores de igualdad y la comprensión del derecho a reclamar es la base del empoderamiento juvenil que presenciamos.
En cierto sentido, podríamos ver este movimiento como el propulsor de otros que luego “se atrevieron”. Por lo menos fue el primero de una ola de manifestaciones que en algunos casos han puesto en aprietos al gobierno y el orden establecido. El caso de la “Marcha por la Igualdad y la Diversidad Sexual” que reunió a 20 mil personas en junio de 2011, la resistencia en Aysén para protestar contra los altos costos de los combustibles y el bloqueo de la ruta 5 Sur por parte de los vecinos de Pelequén para exigir el cierre de la planta de residuos orgánicos Colhué, son muestras de que nuestra sociedad reacciona y sienta un precedente para la cultura de protesta de generaciones venideras. Los jóvenes, por supuesto no están ajenos a esto. De nuestros entrevistados, más de la mitad asistió a marchas, uno dirigió asambleas y otro fue vocero del movimiento en su colegio. Todos están de acuerdo con que las manifestaciones son justas y necesarias y todos condenan los destrozos en que algunas veces terminan las movilizaciones. Aún así y de acuerdo con su espíritu crítico, hay divergencias. Pablo Urizar (alumno que rinde exámenes libres) participó de las marchas y apoya las demandas estudiantiles. Es de los que creen que el petitorio es preciso y que si bien se han logrado cosas, no se puede bajar la presión, porque sino sólo se conseguirán parches que más tarde explotarán. Thomas Woodroffe (alumno del Saint George) está de acuerdo con el movimiento, pero aclara que su respaldo va más para la ACES (Asociación de Estudiantes Secundarios) que para la Confech (Confederación de Centros de Estudiantes de Chile), porque esta última ha pedido cosas que a su juicio son injustificadas, como la nacionalización del cobre. Valentina Romero (también del Saint George) destaca la consistencia que, según dice, le falta al movimiento. “Creo que hay que aterrizar las peticiones. Las cosas no se ganan sólo con marchas, se ganan con esfuerzo. El mismo ejemplo de Camila Vallejos habla de poca coherencia. Ella congeló su carrera mientras todos perdían clases y en verano todos estudiaban y ella de vacaciones. Como líder estudiantil, tienes que dar el ejemplo con tu actitud”.
En el discurso de varios surge la palabra “lucro”, tan de moda (y tan demonizada) últimamente. Muchos condenan que algunos hagan dinero a costa de lo que ellos reconocen como un “derecho social”. Sin embargo, otra mirada interesante es la que plantea Patricio Meller, Ingeniero Civil de la U. de Chile, en su libro “Universitarios, ¡el problema no es el lucro, es el mercado!” Según el autor, los estudiantes han confundido la mercantilización educativa con el lucro. El sistema, que gira en torno al endeudamiento, el altísimo costo de los aranceles y la mala calidad no mejorarían aún cuando se eliminara el lucro. Como dice Meller, el sistema educativo chileno carece de una carta de navegación y no se sustenta en un proyecto de largo plazo. Las decenas de instituciones universitarias funcionan independientes y de acuerdo a las leyes de la oferta y la demanda. Sus directivos no se cuestionan asuntos básicos porque los fundamentos marketeros que imperan en el sistema no los estiman pertinentes. En ese sentido, es la lógica de “mercado” y que considera a las universidades como una empresa más, lo que traba el funcionamiento y no el lucro en sí mismo. Al parecer, este detalle es el que los dirigentes del movimiento han perdido de vista.
También nuestros ejecutivos entrevistados opinaron al respecto, más moderados y desde la perspectiva que da la distancia. Para Cristián Montes (CEO de Grupo Madeco) hay demandas estudiantiles valederas, pero se ignora lo valioso del mérito personal. “En la vida hay que optar. Los que tienen mejores capacidades, tienen mejores opciones que otros. Eso de que el mejor va tomando mejores oportunidades es una realidad”. Fernando Yañez (Director de Idiem), por otro lado, está de acuerdo con solucionar los elevados costos. “Creo que soy parte de la última generación que estudió gratis. Pagábamos una matrícula anual muy baja. Hoy día, todas las universidades son muy caras”. Esta tesis se confirma en cifras muy claras: según un informe publicado por el Banco Mundial y la OCDE, Chile es el país con la educación superior más cara del mundo y el único en América Latina donde todas las universidades son pagas. El promedio anual de la matrícula universitaria es de US $3.400, lo que equivale al 22% del PIB per cápita. Valores excesivos tomando en cuenta que la familia chilena de menores ingresos percibe una renta mensual de aproximadamente US $275, por lo que demoraría casi 20 meses en pagar sólo un año de universidad para alguno de sus hijos.
De ahí el descontento, de ahí el no bajar la guardia desde el año pasado hasta conseguir cambios de fondo. Noam Titelman, Presidente de la FEUC representaba bien este espíritu en la movilización estudiantil del pasado 16 de mayo: “Vamos a seguir siendo rebeldes, queremos transformarlo todo y no vamos a cejar hasta que este sistema cambie”. Es parte de la impronta de los futuros líderes de nuestro país.
Y si miramos alrededor, veremos que no sólo los jóvenes chilenos hacen ruido. Desde hace un tiempo, los estudiantes mexicanos con su movimiento #YoSoy132 han puesto en apuros a Enrique Peña Nieto, candidato del PRI (Partido Revolucionario Institucional) para la presidencia mexicana. Todo comenzó el pasado 11 de mayo cuando en el auditorio de la universidad Iberoamericana, 131 alumnos protestaron ante una charla de Peña Nieto. Ante la duda de la opinión pública sobre si se trataba de una acción articulada por algún partido opositor, los estudiantes grabaron un video identificándose con sus credenciales universitarias y lo subieron a Youtube. Poco después, #YoSoy132 se convirtió en trend topic en Twitter y el movimiento inauguraba la contienda electoral. Como dice un artículo de ElTiempo.com, “más allá de México, las redes sociales son tanto reto como oportunidad para la permanente revitalización que exige la democracia liberal”.
Los jóvenes, en esta nueva arena social, reclaman, exigen e instan, sin que esto se circunscriba a un país en particular. Asimismo, las redes sociales se han puesto al servicio de las problemáticas sociales más diversas y sus principales orquestadores son los jóvenes del mundo, cuya audiencia tampoco distingue territorios.
Los jóvenes y la economía de la atención
Dentro de este asunto, otro punto interesante es el giro que debe dar la educación en su forma. Los actuales alumnos y sobre todos los futuros, demandarán un modo distinto de enseñanza. ¿Cómo exigirle a un niño que aprenda de memoria las materias que dicta el profesor cuando puede acceder en fracción de segundos a toda la información necesaria por medio de un computador? La iGeneration (llamada así por la letra “i” de iPhone, iPad, iPod y Nintendo Wii) tiene conceptos y procesos cognitivos que no empatan con los de generaciones anteriores: A todos sus predecesores les inculcaron desde pequeños que la forma correcta de hacer las cosas era concentrándose en una a la vez. Típico que antes ver televisión era un premio luego de hacer las tareas, mientras que muchos jóvenes de hoy ven televisión mientras hacen tareas y escuchan música o chatean con algún amigo.
Jeroen Boschma, director creativo de la agencia de comunicaciones holandesa Keesie y coautor del libro “Generación Einstein: inteligentes, sociales y superfast”, acuñó en 2006 el término “Generación Einstein” para clasificar al grupo juvenil nacido después de 1988. Según Boschma, estos adolescentes acentúan la “economía de la atención”, que impondrá profundas transformaciones en no pocas instituciones, incluyendo –por supuesto- a las educativas. El libro, basado en una investigación en la cual se entrevistó a jóvenes a lo largo de 10 años, plantea que los sistemas de enseñanza tradicional no consiguen llamar la atención de los estudiantes, que conciben la educación como un servicio on demand donde los contenidos relevantes deberían resultar asequibles en cualquier momento y lugar.
Este cambio es el que asumió el modelo de enseñanza estadounidense y lo vemos reflejado a través de un testimonio. A comienzos de este año, revista Qué Pasa publicó un artículo sobre la vida de Juan Carlos Eichholz (ex Panelista del programa Tolerancia 0), luego de que se trasladara a Estados Unidos con su familia para escribir un libro sobre liderazgo y cambio en las empresas. En la publicación, Eichholz cuenta que sus hijas asisten a un colegio público y explica la tremenda diferencia entre el sistema educacional de Estados Unidos frente al chileno.
Para comenzar, el colegio es absolutamente gratuito (libros y material de apoyo incluidos). Según cuenta el ex panelista de CHV, eso hace que los padres se sientan parte de la institución, “porque saben que sus impuestos y donaciones son los que financian el sistema”. De acuerdo al reportaje, las hijas de Eichholz demoraron un tiempo en adaptarse. “Al principio me decían que los profesores no hacían casi nada en clases, que se dedicaban a revisar las tareas. Incluso encontraban que la materia era más fácil acá que allá. Hasta que empezaron las pruebas y se dieron cuenta de que aquí la responsabilidad del aprendizaje es puesta en el estudiante, y el profesor es más bien un facilitador”, explica el abogado.
A diario, los estudiantes deben dedicar tiempo a tareas, guías y lecturas. Esa es su instancia de reflexión individual, que más tarde sirve para la discusión en clases. Como dice Eichholz, el trabajo personal del estudiante es más importante que la materia que pasa el docente. Un paradigma totalmente distinto al que opera en nuestro país.
Como vemos, al igual que la mono funcionalidad, el aprendizaje restringido a las aulas es cada vez más un rasgo del pasado que el sistema educativo deberá asimilar dentro de su modelo y ya hay culturas que están trabajando en eso.
El camino a una consciencia verde
Otra de las causas sociales a la que se han unido los jóvenes son los movimientos ecológicos. Si bien es exagerado estimar que la mayoría de este segmento participa activamente de marchas a favor del medio ambiente, sí es cierto que muchos apoyan las causas o están de acuerdo con las demandas. Al haber crecido en una cultura de mayor variedad de contenidos y canales informativos, tienen un mayor sentido crítico en cuanto al establishment y eso, además del entorno educativo, también se refleja en su postura hacia lo que perciben como la “mercantilización” de los recursos naturales.
Hay que contextualizar que si bien los jóvenes son el símbolo del descontento educacional, las marchas se enmarcan en un fenómeno social transversal que, en 2011, superaron toda la acción de protesta popular ocurrida en dos décadas. Así fue como el 9 de mayo del año pasado, al aprobarse Hidroaysén, salen a la calle 30 mil personas en Santiago y se da inicio a una movilización de masas que pretende instaurar otra forma de ejercer la democracia y los derechos de la ciudadanía.
Thomas Woodroffe es uno de los jóvenes detractores de Hidroaysén. Según explica, “hay formas mucho más inteligentes y modernas de producir energía, como sistemas solares o geotérmicos, aprovechando la cantidad de volcanes en Chile. Hay muchos recursos que explotar antes que un río”. Como el resto de los estudiantes que entrevistamos, sabe que la energía es necesaria para que el país avance, pero no aprueba que sea mediante la intervención dañina a la naturaleza.
Camila Nuñez, reconoce que el proyecto podría ser positivo para el desarrollo pero no aprueba la destrucción de ecosistema que eso significaría. “No porque queramos más debemos destruir más. Creo que falta conciencia en que la gente sepa utilizar bien y ahorre energía”.
Del otro lado, los ejecutivos ven el problema a un nivel más macro. Paulina Agüero (Gerente Comercial de Colo-Colo) declara estar a favor entendiendo que si no hay producción energética –un recurso limitado- habrá racionamiento y eso afectaría directamente el costo. “Entonces lo que no se está midiendo es el impacto que esto tendría para las personas más vulnerables”, explica.
Para Cristián Montes, las normas internacionales de gestión ambiental establecidas por las economías desarrolladas perjudican a países emergentes como Chile, que no cuentan con las armas para competir en igualdad de condiciones. Según el ejecutivo, el progreso tiene sus riesgos y deben asumirse. “Los errores ambientales de las empresas deben tener castigo, pero regirse por los mismos estándares ecológicos globales es restarle competitividad al país”.
Además de la identificación con iniciativas ecológicas de carácter masivo, también investigamos la percepción de los jóvenes sobre el rol que deben tener las empresas en el cuidado medioambiental. Según el estudio “Teens 2010: Cómo son los estudiantes de hoy y cómo evolucionarán sus hábitos de consumo” de la Fundación Creafutur (España) aunque no todos los adolescentes tienen una fuerte consciencia medioambiental, rechazan categóricamente a las empresas que no son responsables socialmente. Esto se ve reflejado en nuestra investigación, donde algunos jóvenes afirmaron que si bien implementar políticas de cuidado no es obligación de las empresas, sí es importante que todas tengan noción de sus daños potenciales, para evitarlos. La tendencia es identificar al Estado como el encargado de establecer y fiscalizar el cumplimiento de las normas ambientales e impulsar políticas públicas de conservación, asignando a las empresas un papel preventivo y una mayor consciencia donde también aparezca el reciclaje como una tarea a incorporar.
Como decíamos, si bien no podemos afirmar que los Multitasking chilenos están plenamente empapados de la corriente ecologista, sí se ve una postura al respecto. Y esto encaja con las tendencias internacionales. Según el informe de la Fundación Creafutur, mientras en países desarrollados como Francia, España y Gran Bretaña los jóvenes centran su gasto y preocupación en cosas como transporte, ocio, ropa y alimentación, los de economías emergentes se involucran más en problemáticas sociales como educación, medioambiente y salud.
La ruta a seguir
Sometimos a nuestros entrevistados a la difícil tarea de verse a sí mismos, como parte de una sociedad. Y ante el ejercicio de observar los defectos del chileno, aparecieron repetidamente el deterioro de la ética, el clasismo, el prejuicio y el individualismo, rasgos que varios jóvenes sitúan como fundamentos de las injusticias sociales presentes en nuestro país.
En términos culturales, Paulina Agüero destacó que el éxito se ha convertido en el parámetro de medición en todo orden de cosas. “Está bien, dentro de las capacidades de cada uno, hacer las cosas lo mejor posible, pero eso no significa ser siempre el primero. Hoy el mundo se mide por cuán exitoso eres y eso me parece una presión innecesaria”. Julio Solar (Gerente General y socio de Cementos BSA) ve que la causa real de nuestras falencias sociales radica en un problema mayor. “Falta ética, formalidad y responsabilidad; y eso tiene que ver con el desbalance educacional de Chile que genera presiones internas”. Según la perspectiva de los más jóvenes, al chileno también le falta honestidad, compromiso y tolerancia. Consuelo Tupper (estudiante de Arte) y Pablo Urizar coinciden en que se necesita sensibilidad y desarrollo emocional. “Falta interés por los valores humanos y una mayor unidad”, dice Consuelo.
Dentro de los valores, los ejecutivos reconocen el esfuerzo y la disciplina del pueblo chileno. Los jóvenes, con una convicción permeada por las movilizaciones sociales del último tiempo, concuerdan en que el chileno lucha contra las injusticias y tiene ganas de hacer bien las cosas.
El recambio generacional viene cargado de personas sin prejuicios, con deseos de igualdad, exigentes y más conscientes de sus derechos. Se trata de un segmento que crece con más herramientas, se atreve más y se relaciona de igual a igual con el resto. Están acostumbrados a los servicios online las 24 horas del día y aplauden y se quejan con las mismas ganas. Son concretos y demandan honestidad: Si algo no les interesa, lo desechan. Así sancionan o celebran las marcas en sus blogs, redes sociales y comunidades según sea el caso.
Tenemos pistas de cómo estos futuros adultos enfrentarán en unos años a las empresas ya sea respecto a sus servicios, productos o responsabilidades. El desafío próximo está en detectar las necesidades de mejora y las nuevas oportunidades que aparecerán a partir de la transformación y el desarrollo que experimente este segmento de la población.